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CIRCULO CRITICO Encuentro

Humanidades

El futuro de la humanidades (elpais.com)

El futuro de la humanidades (elpais.com)

ADELA CORTINA.

 

Hace medio siglo C. P. Snow, físico y novelista británico, pronunció una conferencia sobre Las dos culturas y la revolución científica, que produjo un gran revuelo. Distinguía en ella entre dos culturas, la de los científicos y la de los intelectuales, que venían a coincidir con dos ámbitos del saber: Ciencias y Humanidades. A juicio del conferenciante, los intelectuales gozaban de un mayor aprecio por parte del público y, sin embargo, eran unos luditas irresponsables, incapaces de apreciar la revolución industrial por no preo-cuparles la causa de los pobres.

Hoy las cosas han cambiado radicalmente. Jerome Kagan, emérito de la Universidad de Harvard, vuelve al tema en The Three Cultures y, amén de añadir la cultura de las Ciencias Sociales, diagnostica el declive de las Humanidades. Naturalmente, cabría discutir todo esto, porque es discutible, pero hay al menos dos afirmaciones que urge abordar: ¿es verdad que las Humanidades están en decadencia?, ¿es verdad que quienes las tienen por oficio son incapaces de interesarse por la causa de los menos aventajados y de apreciar el progreso científico? La respuesta no puede ser en ambos casos sino "sí y no".

La necesidad de colaboración entre humanistas y científicos es cada vez más evidente

En lo que hace a las razones del sí, serían al menos tres.

Por una parte, el harakiri practicado por sedicentes humanistas, empeñados en asegurar que cualquier ciudadano corriente puede ser historiador, filólogo, filósofo o crítico literario sin tener que pasar por un aprendizaje ad hoc, cuando lo cierto es que estos saberes cuentan con vocabularios específicos, con métodos propios de investigación, con un bagaje de tradiciones históricamente surgidas que es preciso conocer para dar mejores soluciones a los problemas actuales.

Una segunda razón para creer en el declive de las Humanidades procede del afán imperialista de algunos científicos, incapaces de asumir que hay formas de saber complementarias, empeñados en explicar la vida toda desde la comprobación empírica, sea desde la economía o desde las neurociencias. Los buenos científicos saben que sus explicaciones y predicciones tienen un límite, y que las interpretaciones son harina de otro costal, no digamos ya las orientaciones sobre cómo se debería obrar. Pero los otros prometen lo que no pueden dar y no dudan en instrumentalizar a su servicio el aprecio que ha conquistado la buena ciencia.

Y, por último: las Humanidades -se dice- contribuyen muy poco a la economía de un país. De donde se sigue que invertir en ellas no parezca ser rentable, sea en docencia o en investigación, que el I+D+i parezca ser cosa de ciencias y tecnologías. Si a ello se añade la dificultad de comprobar la calidad de la producción humanística, el futuro de las Humanidades se ennegrece. Y, sin embargo, esto es radicalmente falso, y aquí empiezan las razones del "no". A cuento de la crisis económica distintos foros se han preguntado qué hacer y una de las medidas en las que hay un amplio acuerdo es la necesidad de incrementar la productividad formando buenos profesionales, cuidando los recursos humanos, de los que siempre se ha dicho -aunque no sé si alguien se lo cree- que forman el más importante capital de un país. ¿Qué tipo de profesionales podrían ayudarnos a salir del desastre?

Podrían ayudarnos los auténticos profesionales, que son buenos conocedores de las técnicas, pero no se reducen al "hombre masa" del que hablaba Ortega, sino que tienen sentido de la historia, los valores, las metas; son ciudadanos implicados en la marcha de su sociedad, preocupados por comprender lo que nos pasa y por diseñar el futuro, marcando el rumbo de la evolución. A su formación pertenece de forma intrínseca ser ciudadanos preocupados por el presente y anticipadores del futuro: no es un "algo más" que se añade a su capacidad técnica, sino parte de su ser. Pero para formar a ese tipo de gentes será preciso cultivar la cultura humanista, que sabe de narrativa y tradiciones, de patrimonio y lenguaje, de metas y no sólo medios, de valores y aspiración a cierta unidad del saber. De esa intersubjetividad humana, de ese ser sujetos que componen conjuntamente su vida compartida.

Por si faltara poco, se van estrechando los lazos entre humanistas y científicos, practicando una auténtica transferencia del conocimiento, que no es sólo cosa de patentes. En comisiones, proyectos de investigación y publicaciones aumenta el trabajo interdisciplinar, porque los problemas desbordan las respuestas de una sola especialidad. Y en ese trabajo conjunto un tema estrella es, y todavía tiene que ser más, la causa de los pobres. Bueno sería que las universidades hibridaran su profesorado y especialistas de distintas culturas impartieran las clases de cada grado para lograr una formación integral.

De todo ello resulta que la necesidad de las Humanidades no decae, sino que aumenta, y no sólo porque nos ayudan a vivir nuestra común humanidad con un sentido más pleno, sino porque incrementan esa soñada productividad que tiene su peso en euros. Ojalá las Jornadas sobre las Humanidades en España y en Europa, que se celebran a cuento de la convergencia europea, sean un impulso en este sentido.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Tomado de elpais.com (2010)

Etica mÍnima, cívica o de ciudadanos... qué es? (elcomercio.com)

Etica mÍnima, cívica o de ciudadanos... qué es? (elcomercio.com)

Emilio Cerezo, catedrático, se refirió a la ‘ética de los mínimos’, en una interesante entrevista realizada por Ivonne Guzmán, publicada por El Comercio, el domingo 21. Cerezo mencionó a Adela Cortina Orts, una filósofa española, que reflexiona sobre este tema tan actual como complejo –la ética- que debe ser materia no solo de estudio sino de práctica en la cotidianidad.

 

¿Es que hemos ‘domesticado’ a la ética? Algunos aporte de Cortina. ​ Se dice que la ética no está en crisis sino la práctica de la ética. Pero ese no es el problema de fondo: lo que preocupa es que el mundo gira –para ateos, cristianos o agnósticos- hacia un relativismo moral o anarquismo ético, donde los referentes ya no existen o no se practican.

Ética civil ​ Este supuesto ‘decaimiento’ de los valores que antes se consideraban inmutables es el resultado de cambios planetarios, que son imperceptibles e impactan progresivamente en los hábitos y comportamientos en todos los escenarios de la vida humana. ​ En ese sentido, la importancia de la ética rebasó las fronteras del currículo o del marco de la escuela, la familia y de los conventos. O como una cuestión exclusiva de los profesores de filosofía o de los sacerdotes. La ética tiene ahora una fachada y un contenido diferente, y a veces divergente de los cánones o normas instaladas otrora por los dogmas. Está naciendo una ética civil como una sólida propuesta desde los sujetos y no desde la autoridad religiosa, que luce envejecida y, en ocasiones, de espaldas a los tiempos.

¿Qué es la ética’ ​ ‘La ética es una rama de la filosofía, que estudia las cosas por sus causas (universal y necesario) y el comportamiento humano’. También es conocida como una disciplina que se relaciona con la moral y las costumbres de una sociedad. Se habla de ‘ethos’, es decir, de un contenido cultural que marca la identidad y la diversidad de los pueblos y naciones: su ser y modo de ser. ​ Para Aristóteles, la ética tiene un objetivo central: la búsqueda de la felicidad. Epicuro, en cambio, sostenía: ‘comamos y bebamos que mañana moriremos’. De todos modos, para los griegos lo más importante era la vida intelectual, antes que la entrega a los placeres y la riqueza, ‘lo que no excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los bienes en general, siempre y cuando no impida la contemplación de la verdad’. De ahí nace en Aristóteles el concepto de virtud, que consiste en la justa medida, para lo cual es necesaria la prudencia. Por eso, la virtud más elevada es la justicia.

¿Existe un gen de la ética? Adela Cortina, investigadora española, responde: ‘Existe una dimensión ética en el ser humano, a la que ninguno puede renunciar. Esto es innegable. Pero algunos neuro científicos aseguran que se puede fundamentar una ética universal desde el cerebro. Eso es lo que está por ver’. El pensamiento de Adela Cortina se inscribe dentro del denominado ‘procedimentalismo y la ética discursiva, que presenta como marco teórico a Kant, Hegel, Habermas y Apel. Ella sostiene -junto con Apel y Habermas- la racionalidad del ámbito práctico, el carácter necesariamente universalista de la ética, la diferenciación entre lo justo y lo bueno, la presentación de un procedimiento legitimador de las normas y la fundamentación de la universalización de las normas correctas mediante el diálogo’.

¿Ética mínima? Un punto de partida –según Cortina- serían los derechos humanos (el ámbito ético de tales derechos), como marco de la promulgación de los códigos jurídicos vigentes. ​ Un criterio válido para promulgar dichas normas sería contemplar la variedad de creencias que se encuentran en las distintas culturas a las que los hombres pertenecen. ‘Así –dice la escritora- los derechos humanos son un tipo de exigencias cuya satisfacción debe ser obligada legalmente y por tanto protegida por los organismos correspondientes, y el respeto por estos derechos es la condición de posibilidad para poder hablar de hombres con sentido’. Dice Cortina ‘que en una sociedad democrática y pluralista tiene sentido no inculcar en los jóvenes la imagen el hombre ideal, imagen solo admitida por algunos grupos que la componen, pero que tampoco la sociedad debe renunciar a transmitirle actitudes sin las que es imposible la convivencia democrática’. ‘De allí la importancia de explicitar los mínimos morales que una sociedad democrática debe transmitir: que son principios, valores, actitudes y hábitos a los que no se puede renunciar, pues hacerlo sería renunciar a la vez a la propia humanidad. Tal vez no responde o no puede responder a todas las aspiraciones que compondría una moral de máximos, pero es el precio que hay que pagar por pretender ser transmitida a todos’. Dos preguntas de la ética Dice Adela Cortina: ‘El interés por el bien de los hombres concretos, el objetivo de la ética, ha ido expresándose de modos diversos en el curso de la historia, pero son dos las grandes preguntas que preocupan a la ética: 1) ¿Qué se puede hacer para ser felices? Pregunta por el bien positivo. 2) ¿Qué se debe hacer para que cada hombre se encuentre en situación de lograr su felicidad? Pregunta por el sustento indispensable del bien positivo’.

Les recomiendo los siguientes libros de Adela Cortina Orts: ‘Ética de la razón cordial’, ‘Ética mínima: Introducción a la filosofía práctica’, ‘Ética sin moral’, ‘La moral del camaleón: ética política’ y ‘Ética aplicada y democracia radical’, entre otras. 

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección:https://www.elcomercio.com/blogs/la-silla-vacia/adela-cortina-propuesta-etica-minimos.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com

Retos y bibliotecología. Alejandro Parada

Retos y bibliotecología. Alejandro Parada

Desde la invención de la escritura, las producciones textuales han sufrido todo tipo de “filtrados”, selecciones y drenajes. Los libros que han llegado hasta nosotros estuvieron inmersos en procesos de selección: presencia de un canon que elegía ciertas obras y dejaba a otras en el olvido, autores desdeñados por la crítica, censuras, incendios y destrucciones de bibliotecas, etc. Los textos eran motivo de recortes y filtraciones a lo largo del tiempo, donde el azar también tenía su misterioso lugar15. En el presente, la sobre abundancia de información “sin filtración alguna” ha alterado este proceso y, en su desborde, aquello que podría ser terciario o secundario compite en un nivel de igualdad con lo que podría ser una fuente primaria. La pregunta que se impone, desde el punto de vista de la Bibliotecología y Ciencia de la Información, es ¿cuál es el papel (y la intensidad) que debe jugar nuestra disciplina en la selección de esta infinita información? Y lo que es más importante aún: ¿resulta factible y ético seleccionar una información que construye su identidad desde un imaginario social activo y presente, por ejemplo, en Internet? ¿Los bibliotecarios acaso son los gendarmes de la información y los agentes de su disciplinamiento? ¿Cuál es el grado de imposición normativa que estamos dispuestos a desplegar sobre ella? Estas cuestiones plantean y diversifican la problemática casi dramática que existe entre la necesidad de homogeneizar la información para facilitar su recuperación y la extraordinaria libertad social de su heterogeneidad natural. Quizá el mayor aporte profesional de los bibliotecarios, en esta nueva y desmadrada modernidad, no se afinque tanto en la necesidad de seleccionar los aspectos relevantes de la información sino, más bien, en ayudar a construir identidades de lo local distintas a las tradicionales pero inmersas en la globalidad, con el objetivo de mixturarlas “con una identidad propia” dentro del firmamento planetario de la información. De modo que el pensamiento sistémico y la mentalidad taxonómica en pro de un isomorfismo que dominó la humanidad durante siglos e influyó decididamente en el pensamiento bibliotecario, hoy se resuelve en un universo de comunidades narrativas que interactúan en una forma ya no contingente y establecida. El espacio y el tiempo han dejado de ser determinantes y los contactos e intercambios se manifiestan con una gran variedad de vidas sociales, donde se reestructuran los realismos con las comunidades imaginadas, en un fuerte contexto transnacional signado por el debilitamiento de las geografías específicas del Estado-nación16. Nos hallamos ante una ecúmene global y, al unísono, con comportamientos fractales, en que el caos juega un rol de marcada importancia. Es posible, no obstante, que las situaciones caóticas que vive el mundo y la información, a la postre, tengan ciertas regularidades, pero ya no características de un sistema inalterable sino, por cierto, de una formación con aspectos de rizoma17. La Bibliotecología y Ciencia de la Información no pueden escapar a esta realidad mundial. Se requieren, pues, nuevas relecturas diagonales, tal como la están realizando numerosas Ciencias Sociales, entre las que se destacan la Antropología y la Sociología, para reconfigurar nuestro ámbito curricular y adaptarlo al arrollador impulso de los vertiginosos estudios culturales. La nueva Bibliotecología imaginada tendrá que tener en cuenta esta pléyade de fragmentos de información, en tanto pautas reales-refractarias y aspectos materiales-polivalentes, que operan con una espesura heterogénea por encima de los límites fronterizos y que interactúan con dimensiones tecnológicas, ideológicas, étnicas, económicas y sociales en constante cambio y mutación de conceptos, usos, prácticas, motivos. La fantasía y la imaginación bibliotecarias serán peculiaridades conceptuales capitales que, en consecuencia, intentarán definir e identificar a los nuevos usuarios de este universo global en tensión con los localismos de identificación grupal y los “transnacionalismos” crecientes

INFORMACIÓN, CULTURA Y SOCIEDAD (ISSN 1514-8327) No. 29 (diciembre 2013)